Soplo de Viento
Textos Impares 4/03/08Héctor me había citado a las siete y cuarto y no me cabe en la cabeza faltar a una cita. La ocho y cuarto, las ocho y veinte, las ocho y veinticinco, las ocho y media, y Héctor sin venir. Yo estaba positivamente helado: me dolían los pies, me dolían las manos, me dolía el pecho, me dolía el pelo.
Transido, amoratado. Llegó a las nueve menos diez: tranquilo, sonriente y satisfecho. Con su grueso abrigo gris y sus guantes forrados.
-¡Hola, mano!
Así, sin más. No lo pude remediar: lo empujé bajo el tren que pasaba
La verdad es que si hubiese llevado mi abrigo color café, lo más probable es que no hubiera sucedido nada. Pero esas son cosas del destino y les aseguro que a las tres de la tarde, hora en que salí de casa, nadie podía suponer que se levantaría aquel viento.
FIN.
1 comentario:
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