En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma de círculo) hay una mesa de madera y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a ti escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular… El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben.
Pasa y acomódate. Busca entre fechas y encuentra. Puede que haya algo para ti en el blog.
martes, 30 de diciembre de 2008
Arquitectura entre Laberintos 7
martes, 23 de diciembre de 2008
La novia mecánica
por Gerald Arthur Alper
Salió de un profundo sueño, demoníaco, convencido al fin -diez mil razones subconscientes así se lo murmuraban- que su amada era mecánica, como todas las demás. No era una cosa demasiado extravagante. Según sus recortes de periódicos, en Manhattan se habían descubierto ya tres casos. Aunque en cada uno de ellos había sido precisa una autopsia, solicitada por el engañado aunque nada receloso amante, para descubrir el fulgurante secreto.
-¿Por qué no tiene hijos? -se lamentaba, prisionero ahora de su idea, mientras se paseaba miserablemente por el bonito dormitorio del segundo piso: una de las nueve atrevidas habitaciones de la casa de campo rococó con chimenea, completada con una esplendorosa escalera, grandes vitrinas, relucientes revestimientos de espejos y un augusto patio, que un muro separaba del tráfico.
-¿O por qué está tan maravillosamente contenta?
¿Y por qué también le visitaban a él sonidos prohibidos en sus sueños: distantes aullidos de sirenas, o fuertes maullidos de gato, el tañido de una apagada campana, a veces un melodioso zumbido ascendente? Recordó un remoto sueño difuso en el cual se imaginaba a su amada, con los brazos extendidos frente a ella, el rostro congestionado y azul, babeante en su sueño, sólo que su voz chillona era, repulsivamente, la de un juguete. "¿Había sangrado alguna vez ante sus ojos? -se preguntaba-. ¿Había presenciado él alguna vez su vivo flujo de sangre?"
Sumido en tal perplejidad, apartó el florido y pesado edredón del torso de su amada -la que durante dos años había reposado serenamente así cada noche, hundida de manera parecida entre los almohadones de satén- y con ansiedad casi metafísica, la examinó desde diversos ángulos: ricitos de cabello rubio como la miel que caían desde las sienes, suaves como las de un niño, hasta los frágiles hombros, sus vehementes labios entreabiertos, una lozanía reluciente en las mejillas, brillantes párpados surcados de venitas, una piel lisa, fresca y resplandeciente.
Impetuosamente le desabrochó el quimono, bajo los reflejos de las extrañas luces de la ciudad que penetraban por la enorme ventana del dormitorio, apretó la oreja debajo del sonrosado montículo de su exquisito seno, en busca del latido de su corazón, y permaneció así tanto rato -sin oír nada excepto su propio jadeo- que por fin ella se despertó.
Perfectos ojos azules, ahora, que se abren como flores, un cuerpo sinuoso que salta carnalmente a la vida y morenos brazos ronroneantes que le atraen hacia ella, que deja desarmado a Zorn; Zorn, el napolitano, embrillantinado, jocundo idolatrador de la espontaneidad, quien, feliz de olvidar, ahoga su compulsión en la letalidad del más bestial amor de toda una noche.
domingo, 21 de diciembre de 2008
Mientras por competir…
Mientras por competir… [año 1582] - Luis de Góngora
Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
de el luciente cristal tu gentil cuello;
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
miércoles, 17 de diciembre de 2008
viernes, 12 de diciembre de 2008
El Ordenador Encantado y el Papa Androide
Ray Bradbury
Ordenador encantado, Papa Androide,
dato almacenado, esperanza eslizoide.
Necesidad humana, sueños de horror,
alimento nocturno para el ordenador
que así cosecha ceros y suma y crece,
derriba lo perverso donde aparece
y pone de rodillas al mal osado
con un cuchillo eléctrico mal entintado.
El Papa Androide, mientras, se alza del suelo
para ir con los físicos a medio vuelo,
donde su mente eléctrica privilegiada
llama, en país de ciegos, a la cruzada,
y la fe crece, y crecen gravedad y masa,
–Andrómeda centrifuga, que luce y pasa–;
como una mosca mengua lo material
cuando el Androide sirve un té papal
al Santo de las dudas, Tomas, y a mí,
y a ti, lo tuyo, repito, lo tuyo a ti,
y monta últimas cenas con elegidos
donde los grandes físicos vuelan perdidos
y el hombre sorprendido, que no ve nada,
duda entre magnitudes, voluntad helada.
Aquí, al momento, llega, ¡hosanna!, el Papa
Ordenador y Eléctrico, Señor de un mapa
donde todo se rinde, ya sin camino,
y un gran vacío llena el hueco divino,
sin misterio, ni emblema, ni luz, ni guía,
con velos y arrogancias de nieve fría
que Dios sirve en raciones, ¡tomad, hermanos!,
en años luz de mares, lagos, pantanos,
aguas donde se ahoga, en lo mas profundo,
la mente ordenadora que escruta el mundo
sin hallar la respuesta al afán certero
del huevo o la gallina: ¿qué fue primero?
La respuesta se esconde en el ancho cielo
donde los astronautas, inútil vuelo,
suben con sus cohetes, y de esperanza
el Papa un gran castillo de fuegos lanza,
con cintas en la tripa, corriente alterna,
Galilea en metáforas, pólvora eterna,
y amasa un pan que crece y sirve un vino
que es sangre para el alma, sacro destino,
y, con palabras huecas, llena vacíos,
como un vuelo de pájaros de fuegos píos
que se agitan y funden, mensaje alado,
y así, el hombre sediento, se halla saciado.
Pero el misterio queda y al hombre sigue
una lluvia fantasma que le persigue.
Con máquinas–fábrica para artilugios,
a medias satisfecho con sus refugios
donde al doble misterio, dan voz y eco
un ordenador Mago y un Papa Hueco.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
LOS GRANDES DESCUBRIMIENTOS PERDIDOS III: LA INMORTALIDAD
Los Grandes Descubrimientos Perdidos III
Fredric Brown
El tercer gran descubrimiento que se perdió en el siglo XX fue el secreto de la inmortalidad, descubierto por un oscuro químico de Moscú llamado Ivan Ivanovitch Smetakovsky, en 1978. Smetakovsky no dejó registrado cómo hizo su descubrimiento o cómo supo que tendría éxito antes de probarlo, por dos razones.
Tenía miedo de revelarlo al mundo porque sabía que una vez que lo ofreciera, aun a su propio gobierno, el secreto se filtraría a través del Telón de Acero y causaría el caos. La U.R.S.S. podría manejarlo, pero en las naciones bárbaras e indisciplinadas el resultado inevitable de una droga para inmortalidad sería una explosión demográfica que con toda seguridad conduciría a una agresión a los países comunistas.
Y temía emplearla en sí mismo, porque no tenía la seguridad de querer ser inmortal. Tal como estaban las cosas, incluso en la U.R.S.S., por no mencionar el resto del mundo, ¿valía la pena vivir para siempre?
Se comprometió a no dársela a nadie ni a tomarla, hasta que adoptase una decisión al respecto.
Durante ese tiempo llevó consigo la única dosis de la droga que obtuvo. Era solamente una pequeña cantidad envasada en una cápsula insoluble que podía ser escondida incluso en la boca. La sujetó a una de sus piezas dentales postizas, haciéndola descansar entre ésta y la mejilla para no correr el peligro de tragársela inadvertidamente.
De esta forma tenía la posibilidad de decidir en cualquier momento, pues no tendría más que sacar la cápsula de la boca, romperla con la uña y tragar su contenido para ser inmortal.
Así lo decidió un día cuando, después de enfermar de neumonía y ser llevado a un hospital de Moscú, comprendió, tras escuchar una conversación entre el doctor y una enfermera que pensaban erróneamente que dormía, que esperaban su muerte en un plazo de horas.
El temor a la muerte demostró ser mayor que el de la inmortalidad, cualquiera que fuesen los riesgos que ésta trajera, así es que, tan pronto como el doctor y la enfermera abandonaron la habitación, rompió la cápsula y tragó el contenido.
Esperaba, ya que la muerte parecía tan inminente, que la droga actuase a tiempo para salvarle la vida. Y la droga dio resultado, pero cuando hizo su efecto él ya había caído en un estado de semicoma y delirio.
Tres años más tarde, en 1981, todavía permanecía en el mismo estado y los médicos rusos diagnosticaron finalmente el caso y dejaron de sentirse intrigados por él.
Obviamente, Smetakovsky había tomado alguna especie de droga para hacerse inmortal, una droga que les era imposible analizar o aislar, y que le impedía morir. No cabía duda de que el efecto se prolongaría indefinidamente, si es que no era eterno.
Pero, por desgracia, la droga también hizo inmortales a los neumococos de su cuerpo, las bacterias (diplococcipneumoniae) que le causaron originalmente la neumonía y que ahora continuarían viviendo para siempre manteniéndolo en estado de coma. Por tanto, los médicos, siendo realistas y no viendo ninguna razón para prestarle atención y cuidados a perpetuidad, simplemente lo enterraron.
domingo, 7 de diciembre de 2008
Desagradable
DESAGRADABLE
Walter Beauregard fue un libertino entusiasta por espacio de casi cincuenta años. Pero ahora, a los sesenta y cinco, estaba en peligro de perder sus atributos como miembro de la unión de libertinos. ¿En peligro de perder? Seamos honestos; los había perdido. Durante los últimos tres años visitó doctor tras doctor, charlatán tras charlatán, probó brebaje tras brebaje... con resultados totalmente negativos.
Finalmente recordó sus libros de magia y nigromancia. Eran libros que se complacía en coleccionar y leer como parte de su extensa biblioteca, pero nunca los había tomado demasiado en serio; hasta ahora. No tenía nada que perder.
En un mohoso volumen encontró lo que buscaba. Tal y como rezaban las instrucciones, dibujó el pentagrama, copió los signos cabalísticos, encendió las velas y en voz alta leyó, con cuidado, el encantamiento.
Hubo un destello de luz y una columna de humo. E inesperadamente apareció el demonio. No describiré al demonio, aunque podría asegurar que no les habría gustado.
- ¿Cuál es tu nombre? - preguntó Beauregard. Trató de mantener la voz firme, pero era evidente que le temblaba un poco.
El demonio lanzó un sonido chirriante con sobretonos de contrabajo que fuera tocado con un serrucho sin filo. Dijo entonces:
- No podrías pronunciarlo. En tu parco lenguaje puede traducirse por Desagradable. Llámame así: Desagradable. Imagino que deseas lo habitual.
- ¿Qué es lo habitual? - quiso saber Beauregard.
- Un deseo, por supuesto. Muy bien, se te concederá. Pero no tres; eso de los tres deseos es pura superstición. Sólo uno. Sin embargo, no te gustará.
- Sólo uno deseo. Y no puedo imaginar que no me complazca.
- Ya lo verás. Sé cuál es tu deseo. Y esta es la respuesta. - Obsceno, extendió la mano y en ella apareció un bañador de color plateado. Se lo entregó a Beauregard, ordenándole -: Úsalo.
- ¿Qué es esto?
- ¿Esto es lo que parece. Un bañador. Pero es especial, confeccionado con un material del futuro que aparecerá unos milenios más adelante. Es indestructible; nunca se rompe ni se gasta. Buena clase, aunque el encantamiento sea bastante antiguo. Póntelo y lo comprobarás.
Es demonio se desvaneció.
Walter Beauregard se desnudó y se probó los hermosos calzones de baño. De inmediato se sintió maravillosamente bien. La virilidad se extendió por todo su cuerpo. Se sentía como un jovenzuelo emprendiendo su carrera de libertino.
Rápidamente se puso una bata y unas sandalias. (¿He mencionado que era un hombre rico? ¿Y que su casa era un pent-house en lo alto del hotel más elegante de Atlantic City? Pues así era). Bajó en su ascensor privado y salió a la lujosa piscina del hotel, que, como de costumbre estaba rodeada de bellezas en bikini, luciendo sus encantos con el pretexto de broncearse al sol, mientras esperaban proposiciones de hombres ricos como Beauregard.
Se tomó tiempo para hacer su elección, pero no demasiado.
Dos horas más tarde, vestido aún con los calzones mágicos, se sentó en el borde de la cama y miró suspirando a la hermosa rubia que yacía a su lado en el lecho, sin el bikini y profundamente dormida.
Desagradable tenía razón. Y su nombre estaba perfectamente justificado. El bañador milagroso, indestructible e irrompible, operaba a la perfección. Pero si se lo quitaba, o cuando simplemente empezaba a bajárselo...
[ F I N ]
viernes, 7 de noviembre de 2008
CINISMO
Cosas que uno se encuentra por la calle y no le queda más remedio que fotografiar.
Hoy Muñeco Madelman Gigante visto es un balcón de Jerez de la Frontera mientras paseaba por la ciudad (Yo, que no el muñeco).
CINISMO - Lina Zerón
¿Remordimientos yo?
cuento mis pecados cotidianos
en vez de borreguitos negros.
Con el roce de tus labios,
con mis ganas de vivir me atraganto,
con las escamas de tu lengua,
entre mis recuerdos y tu olvido,
entre tus muslos y los míos,
entre mi edad madura
y tus ojos de niño
voy al sueño.
El Final
El profesor Jones había trabajado en la teoría del tiempo a lo largo de muchos
años.
-Y he encontrado la ecuación clave -dijo un buen día a su hija-. El tiempo es
un campo. La máquina que he fabricado puede manipular, e incluso invertir, dicho
campo.
Apretando un botón mientras hablaba, dijo: -Esto hará retroceder el tiempo el
retroceder hará esto -dijo, hablaba mientras botón un apretando.
-Campo dicho, invertir incluso e, manipular puede fabricado he que máquina la.
Campo un es tiempo el. -Hija su a día buen un dijo-. Clave ecuación la
encontrado he y.
Años muchos de largo lo a tiempo del teoría la en trabajado había Jones profesor
el.
08/04/20 - Impares Textos
martes, 4 de noviembre de 2008
LA CONDENA
LA CONDENA
Fredric Brown
Charley Dalton, astronauta procedente de la Tierra, había cometido un grave delito hacía menos de una hora tras su llegada al duodécimo planeta que orbitaba en torno a la estrella Antares. Había asesinado a un antariano. En la mayoría de los planetas, el asesinato era un delito y en otros un acto de civismo. Pero en Antares era un crimen capital.
- Se le condena a muerte - sentenció solemnemente el juez antariano -. La ejecución se llevará a cabo mediante una pistola de rayos, mañana al amanecer.
Sin posibilidad alguna de recurrir la sentencia, Charley fue confinado en el Pabellón de los Condenados.
El Pabellón se componía de 18 lujosas cámaras, todas ellas espléndidamente abastecidas de una gran variedad de viandas y bebidas de todas clases, con cómodo mobiliario y todo aquello que uno pueda imaginar, incluida compañía femenina en cada habitación.
- ¡Caramba! - dijo Charley.
El guardián antariano se inclinó y dijo:
- Es la costumbre en nuestro planeta. En su última noche, a los condenados a muerte se les concede todo lo que deseen.
- Casi ha merecido la pena el viaje - contestó Charley -. Pero, dígame, ¿cuál es la velocidad de rotación de su planeta? ¿De cuántas horas dispongo?
- ¿Horas?... Eso debe ser un concepto terrestre. Voy a telefonear al Astrónomo Real.
El guardián telefoneó y escucho atentamente durante un rato, luego dirigiéndose a Charley Dalton, informó:
- Tu planeta, la Tierra, realiza 93 revoluciones alrededor de su sol en el transcurso de un periodo de oscuridad en Antares II. Nuestra noche equivale, más o menos, a cien años terrestres.
El guardián, cuya esperanza de vida era de veinte mil años, se inclinó respetuosamente antes de retirarse.
Y Charley Dalton comenzó su larga noche de festines, de borracheras y etcétera, aunque no necesariamente en ese orden.
ALGUNAS PECULIARIDADES DE LOS OJOS
ALGUNAS
PECULIARIDADES DE LOS OJOS
Descubrí por puro accidente que la Tierra había sido invadida por una forma de vida procedente de otro planeta. Sin embargo, aún no he hecho nada al respecto; no se me ocurre qué. Escribí al gobierno, y en respuesta me enviaron un folleto sobre la reparación y mantenimiento de las casas de madera. En cualquier caso, es de conocimiento general; no soy el primero que lo ha descubierto. Hasta es posible que la situación esté controlada.
Estaba sentado en mi butaca, pasando las páginas de un libro de bolsillo que alguien había olvidado en el autobús, cuando topé con la referencia que me puso en la pista. Por un momento, no reaccioné. Tardé un rato en comprender su importancia. Cuando la asimilé, me pareció extraño que no hubiera reparado en ella de inmediato.
Era una clara referencia a una especie no humana, extraterrestre, de increíbles características. Una especie, me apresuro a señalar, que adopta el aspecto de seres humanos normales. Sin embargo, las siguientes observaciones del autor no tardaron en desenmascarar su auténtica naturaleza. Comprendí en seguida que el autor lo sabía todo. Lo sabía todo, pero se lo tomaba con extraordinaria tranquilidad. La frase (aún tiemblo al recordarla) decía:
...sus ojos pasearon lentamente por la habitación.
Vagos escalofríos me asaltaron. Intenté imaginarme los ojos. ¿Rodaban como monedas? El fragmento indicaba que no; daba la impresión que se movían por el aire, no sobre la superficie. En apariencia, con cierta rapidez. Ningún personaje del relato se mostraba sorprendido. Eso es lo que más me intrigó. Ni la menor señal de estupor ante algo tan atroz. Después, los detalles se ampliaban.
...sus ojos se movieron de una persona a otra.
Lacónico, pero definitivo. Los ojos se habían separado del cuerpo y tenían autonomía propia. Mi corazón latió con violencia y me quedé sin aliento. Había descubierto por casualidad la mención a una raza desconocida. Extraterrestre, desde luego. No obstante, todo resultaba perfectamente natural a los personajes del libro, lo cual sugería que pertenecían a la misma especie.
¿Y el autor? Una sospecha empezó a formarse en mi mente. El autor se lo tomaba con demasiada tranquilidad. Era evidente que lo consideraba de lo más normal. En ningún momento intentaba ocultar lo que sabía. [...]
—¿Qué pasa, querido? —preguntó mi mujer.
No podía decírselo. Revelaciones como ésta serían demasiado para una persona corriente. Debía guardar el secreto.
—Nada —respondí, con voz estrangulada.
Me levanté, cerré el libro de golpe y salí de la sala a toda prisa.
Seguí leyendo en el garaje. Había más. Leí el siguiente párrafo, temblando de pies a cabeza:
...su brazo rodeó a Julia. Al instante, ella pidió que se lo quitara, cosa a la que él accedió de inmediato, sonriente.
No consta qué fue del brazo después que el tipo se lo quitara. Quizá se quedó apoyado en la pared, o lo tiró a la basura. Da igual en cualquier caso, el significado era diáfano.
Era una raza de seres capaces de quitarse partes de su anatomía a voluntad. Ojos, brazos..., y tal vez más. Sin pestañear. En este punto, mis conocimientos de biología me resultaron muy útiles. Era obvio que se trataba de seres simples, unicelulares, una especie de seres primitivos compuestos por una sola célula. Seres no más desarrollados que una estrella de mar. Estos animalitos pueden hacer lo mismo.
Seguí con mi lectura. Y entonces topé con esta increíble revelación, expuesta con toda frialdad por el autor, sin que su mano temblara lo más mínimo:
...nos dividimos ante el cine. Una parte entró, y la otra se dirigió al restaurante para cenar.
Fisión binaria, sin duda. Se dividían por la mitad y formaban dos entidades. Existía la posibilidad que las partes inferiores fueran al restaurante, pues estaba más lejos, y las superiores al cine. Continué leyendo, con manos temblorosas. Había descubierto algo importante. Mi mente vaciló cuando leí este párrafo:
...temo que no hay duda. El pobre Bibney ha vuelto a perder la cabeza.
Al cual seguía:
...y Bob dice que no tiene entrañas.
Pero Bibney se las ingeniaba tan bien como el siguiente personaje. Éste, no obstante, era igual de extraño. No tarda en ser descrito como:
...carente por completo de cerebro.
El siguiente párrafo despejaba toda duda. Julia, que hasta el momento me había parecido una persona normal se revela también como una forma de vida extraterrestre, similar al resto:
...con toda deliberación, Julia había entregado su corazón al joven.No descubrí a qué fin había sido destinado el órgano, pero daba igual. Resultaba evidente que Julia se había decidido a vivir a su manera habitual, como los demás personajes del libro. Sin corazón, brazos, ojos, cerebro, vísceras, dividiéndose en dos cuando la situación lo requería. Sin escrúpulos.
...a continuación le dio la mano.
Me horroricé. El muy canalla no se conformaba con su corazón, también se quedaba con su mano. Me estremezco al pensar en lo que habrá hecho con ambos, a estas alturas.
...tomó su brazo.
Sin reparo ni consideración, había pasado a la acción y procedía a desmembrarla sin más. Rojo como un tomate, cerré el libro y me levanté, pero no a tiempo de soslayar la última referencia a esos fragmentos de anatomía tan despreocupados, cuyos viajes me habían puesto en la pista desde un principio:
...sus ojos le siguieron por la carretera y mientras cruzaba el prado.
Salí como un rayo del garaje y me metí en la bien caldeada casa, como si aquellas detestables cosas me persiguieran. Mi mujer y mis hijos jugaban al monopolio en la cocina. Me uní a la partida y jugué con frenético entusiasmo. Me sentía febril y los dientes me castañeteaban.
Ya había tenido bastante. No quiero saber nada más de eso. Que vengan. Que invadan la Tierra. No quiero mezclarme en ese asunto. No tengo estómago para esas cosas.
FIN
jueves, 30 de octubre de 2008
EL SOLIPSISTA
Walter B. Jehovah, por cuyo nombre no pido excusas desde que realmente fue su nombre, ha sido un solipsista toda la vida. Un solipsista, en el caso de que no conozcas la palabra, es alguien que cree que él es la única cosa que existe realmente, que el resto de la gente y el universo en general existe sólo en su imaginación, y que si él dejara de imaginarlos su existencia acabaría.
Un día Walter B. Jehovah comenzó a practicar el solipsismo. En una semana su mujer se escapó con otro hombre, perdió su trabajo como agente marítimo y se rompió la pierna en la persecución de un gato negro tratando de evitar que se cruzara en su camino.
Decidió, en la cama del hospital, acabar con todo.
Mirando a través de su ventana, hacia las estrellas, deseó que no existieran, y no estuvieron allí nunca más. Entonces él deseó que no existiera ninguna otra persona, y el hospital comenzó a estar demasiado tranquilo incluso para un hospital. Lo siguiente, el mundo, y se encontró suspendido en un vacío. Se libró de su cuerpo, y dió el paso final para tratar de acabar con su propia existencia.
No ocurrió nada.
Extraño, pensó. ¿Puede haber un límite para el solipsismo?
«Sí», dijo una voz.
«¿Quién eres?», preguntó Walter B. Jehovah.
«Soy el único que creó el universo que acabas de aniquilar. Y ahora tú has tomado mi lugar». Hubo un enorme suspiro. «Puedo, finalmente, acabar con mi existencia, encontrar olvido, y dejarte tomar posesión».
«Pero, ¿cómo puedo dejar de existir? Eso es lo que estoy intentando hacer».
«Sí, lo sé», dijo la voz. «Debes hacerlo del mismo modo que yo lo hice. Crea un universo. Espera hasta que alguien en él crea realmente lo que tú creíste y trate de dejar de existir. Entonces te puedes retirar y dejarle tomar posesión. Adiós.»
Y la voz se fue.
Walter B. Jehovah estaba sólo en el vacío, y era la única cosa que podía hacer.
Creó el cielo y la tierra.
Tardó siete días.
FIN
EL NUEVO PLACER
EL NUEVO PLACER
Khalil Gibran
Anoche inventé un nuevo placer. y me disponía a probarlo por vez primera cuando un ángel y un
demonio llegaron presurosos a mi casa. Ambos se encontraron en mi puerta y disputaron acerca de
mi placer recién creado; uno de los dos gritaba:
-¡Es un pecado!
Y el otro, en igual tono aseguraba: - ¡Es una virtud!
lunes, 27 de octubre de 2008
Su amor no era sencillo
Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse.
En realidad, su amor no era sencillo.
Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia.
Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.
EL DESPERTAR
Pizarnik
EL DESPERTAR
A León Ostrov
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios
Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo
Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos
Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre
Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.
Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada
Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue
¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?
¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?
El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual
Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde
Señor
Arroja los féretros de mi sangre
Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón
Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo.
miércoles, 22 de octubre de 2008
Instrucciones para Subir una Escalera
Instrucciones para Subir una Escalera
Julio Cortázar
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza y que, salvo excepciones, cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en este descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.